Cada vez que intento dañar a alguien

Conexión Interior-Ps. Francisco Carmona - A podcast by Francisco Carmona Romero

El evangelio de Marcos nos habla de un joven endemoniado. Nos cuenta que, "muchas veces le habían atado con grillos y cadenas, pero él había roto las cadenas y destrozado los grillos, y nadie podía dominarle. Y siempre, noche y día, andaba entre los sepulcros y por los montes, dando gritos e hiriéndose con piedras."  Los pensamientos de ataque, el deseo de dañar a otros, la ira desbordada son producto del desbordamiento emocional que producen nuestras heridas sin sanar, sin integrar, sin abrazar, sin hacerlas parte de nosotros. Cuando pensamos que podemos dañar a otros, que nuestras palabras y acciones los pueden hundir en el infierno; en realidad, más que poder, se esta mostrando vulnerabilidad, dolor e inmadurez. Detrás del deseo de atacar a otros está nuestra vulnerabilidad antes que nuestro poder. Solo el que esta vulnerable crea la fantasía del ataque, del daño y de la venganza. Nadie es poderoso en el miedo y, menos aún, en la ira y la venganza.  Lo que queremos atacar, dañar o, destruir solo existe en nuestra mente. Nos produce más dolor lo que guardamos en nuestro corazón y creamos en nuestra mente que, la ofensa y el maltrato recibido. Me explico: una persona nos agrede, a lo sumo lo hace una o, dos veces. Nosotros, cada vez que recordamos el maltrato recibido nos volvemos a producir dolor.  Si el recuerdo y el pensamiento de lo sucedido perdura por años podemos llegar a tomar consciencia de lo siguiente: “lo verdaderos verdugos somos nosotros mismos. El otro lo hizo una vez, dos o diez. En cambio, nosotros nos lo hacemos varias veces al día y durante meses o, años. Así nos convertimos en nuestros verdaderos verdugos. Todo pensamiento de ataque y venganza sólo nos destruye a nosotros mismos una al otro. De ahí, podemos advertir la perversidad de los pensamientos de ataque y los sentimientos de venganza. El ego nos hace creer que estamos haciendo bien y, en realidad, nos estamos haciendo un daño profundo. El Ego más que sanarnos nos mantiene bajo el yugo del dolor, así ejerce su tiranía. Todo el que proyecta sentimientos de ataque y sentimientos de venganza vive más en el miedo que en la confianza en la vida. ¿Por qué sucede esto? Por que el quiere atacar también sabe que puede ser atacado. El que sabe que puede ser dañado se siente vulnerable y el miedo es la mayor expresión de nuestra indefensión. Curiosamente, hacemos todo por exorcizar el miedo y el resultado es que el se apodera más de nosotros. Mas que luchar contra lo que no s puede vencer podemos soltar lo que nos hace sufrir y recuperamos no solo la Paz sino también nuestro poder interior. Todo pensamiento de ataque y sentimiento de venganza esta construido sobre una falsa imagen de sí mismo. Nos creemos dueños de un poder que no tenemos. Todo deseo de dañar más que volvernos fuertes nos convierte en seres indefensos y vulnerables que están a merced del dolor, del pasado y de nuestra mente distorsionada. Todo lo anterior, alimenta la consciencia de separación y empezamos a desconfiar de la fuerza y el poder de Dios.  Es curioso, una de las manifestaciones de nuestra vulnerabilidad, de la consciencia de separación  y del domino que los pensamientos de ataque tiene sobre nosotros es el rechazo a Dios. No son los fuertes sino los que no aceptan su vulnerabilidad los que rechazan a Dios en su vida. Dice un autor: “para el ego el pensamiento de ataque hacia sí mismo es tan natural como el comer, tanto es así, que ha pasado a formar parte de una respuesta automática y por ello inconsciente. El pensamiento se proyecta al exterior y juzga cada situación dentro del espacio tiempo dual y de la separación. 

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