Dichoso el que pone su confianza en Dios

Conexión Interior-Ps. Francisco Carmona - A podcast by Francisco Carmona Romero

La confianza es la expresión de una sana autoestima. La desconfianza, por el contrario, nos indica que el miedo es la fuerza que guía la existencia. A diario se cuentan historias de amigos, de parejas, de compañeros que se convierten más en una invitación a desconfiar que, a lo contrario. En varias ocasiones he afirmado, siguiendo a diferentes autores: la confianza es, como actitud ante la vida, más que como sentimiento, fundamental en cualquier tipo de relación. Los expertos dicen: el motor de la economía es la confianza y donde está no está la inversión se pone en riesgo. Émile Faguet, ensayista francés señala: “la auténtica relación es una confianza del corazón en el otro. En ese que elegimos, entre otros, para ser nuestro compañero de viaje en la amistad, en la pareja, en la familia, en el trabajo, etc. La confianza nos mueve a no tener miedo del otro, a esperar de él apoyo, a desearle el bien, a buscar ocasiones de hacérselo y a convivir con él el mayor tiempo posible”. La relación se fortalece cuando somos capaces de ofrecernos a nosotros mismos y, por la misma razón al otro, motivos para seguir confiando. Si aceptamos que la confianza es una actitud ante la vida podemos también aceptar que, es necesario saber sobre qué se apoya y fundamenta la confianza. ¿Qué es lo qué busco en mí y en el otro para poder confiar? Entre las razones para movernos a confiar podemos encontrar: la honestidad, la fidelidad, el saber, la responsabilidad, la capacidad, el liderazgo, etc.  Cuando miramos al manantial que hay en cada uno encontramos motivos para confiar; en cambio, cuando miramos al pozo, al lado oscuro, al lugar de las heridas, lo más probable es que surja, casi de inmediato, la desconfianza. Algo nos dice que la confianza nace del descubrimiento de las cosas buenas que hay en uno y en los demás. En la medida que, nos vamos reconciliando con nosotros mismos, nos volvemos dignos de confianza. Aquello que nos hace bondadosos es la fuente de nuestra confianza y, por ende, lo que podemos brindar al otro para que se anime a caminar con nosotros. De alguna forma, somos conscientes de nuestras limitaciones y vulnerabilidad, sabemos que en algún momento podemos defraudarnos a nosotros mismos y a nuestro compañero de vida. Nadie es lo suficientemente fuerte como para no desfallecer y nadie lo suficientemente débil como para que no pueda apoyarnos cuando lo necesitamos. En otras palabras, en cada uno de nosotros hay algo que nos permite ser dignos de confianza. En la medida que ese aspecto va surgiendo en la consciencia y se manifiesta en el escenario de las relaciones, nos vamos convirtiendo en seres confiables. La sabiduría nos dice que es más provechoso para el alma confiar en las cosas que nos brinden seguridad por su estabilidad que, en aquellas, que tienen un fondo de inestabilidad que sumergen en un mar de dudas a quienes se acercan. Nada hay más dañino, por ejemplo, para las relaciones, que las personas que se vinculan desde la ambivalencia,  hoy quiero estar y mañana quien sabe. Dice una frase que encontré esta semana: “lo fundamental no es decir te amo sino llevar ese amor hasta el final”. En un mundo que se acostumbro a decir: “hasta que nos cansemos” resulta muy extraño escuchar: “hasta el final”. El salmo primero del salterio dice: “Dichoso el que pone su confianza en el Señor. Será como un árbol plantado al borde de la acequia: da fruto en su sazón  y no se marchitan sus hojas; y cuanto emprende tiene buen fin”. Quien pone su confianza en el Señor que cada día nos da muestras de su amor y fidelidad puede tener la certeza de que su vida llegará a buen fin; en cambio, quien la pone en las cosas efímeras, en las que hoy son y mañana quien sabe, nunca sabrá a dónde lo conduce la vida. ...

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