Burgos y su sueño frustrado de convertirse en el Texas español con el petróleo
Historias de la economía - A podcast by elEconomista - Mondays
Sábado, 6 de junio de 1964. 11.43 de la mañana. Varios vecinos de La Lora, comarca de la provincia de Burgos situada muy cerca del límite con Santander, empezaron a gritar: “¡Petróleo! ¡Petróleo!”. Todo ello, después de ver cómo, después de años de perforaciones en tierras burgalesas, un chorro de 50 metros de altura del llamado ‘oro negro’ comenzó a brotar del suelo. Se calcula que unos 6.000 litros tiñeron los terrenos sembrados de trigo que se hallaban a su alrededor. Este histórico evento se convirtió en la gran esperanza económica del Franquismo y el optimismo de encontrar el primer yacimiento de petróleo en España hizo que algunos medios se aventuraran a decir que Burgos podría convertirse en el Texas de nuestro país. La historia, como habrán podido intuir, les llevó la contraria. El descubrimiento no fue cuestión de suerte o pura casualidad, dado que ya 64 años antes, en 1900, se produjo en la zona de Burgos una primera exploración con dos pozos que arrojaron los primeros indicios de que bajo ese suelo podía haber petróleo. Según documentos recopilados por el Museo del Petróleo de la provincia, las prospecciones se intensificaron dos décadas después, pero los resultados no fueron los esperados. No fue hasta el año 1953, cuando España comenzó a restablecer sus relaciones internacionales y las empresas decidieron lanzarse con todo a la búsqueda de combustible. Poco a poco, con el paso de los años, varias perforaciones fueron reduciendo y cercando la zona en la que finalmente se encontraría el crudo. La empresa Amospain-Campsa fijó su atención en un terreno ubicado entre el pueblo de Sargentes de La Lora y la aldea de Valdeajos. El primero era un páramo abandonado, áspero, duro, y con un porcentaje alto de emigración. Miguel Moreno Gallo, profesor de la Universidad de Burgos, relata que sus habitantes se dedicaban a la patata, al trigo y, en menor medida, a la ganadería. A partir de aquella mañana, parecía que todo iba a cambiar. A pesar de la exaltación generalizada, desde el principio Campsa prefirió ir con pies de plomo y, en un comunicado lanzado pocos días después, la compañía aclaró que, hasta que no se hicieran las comprobaciones y pruebas necesarias, no era posible medir la importancia y extensión del pozo que acababan de hallar. Este, por cierto, recibió el nombre de ‘Ayoluengo nº 1’. En esta línea, algunos medios de la época llamaban a la calma para evitar lo que consideraban “un optimismo exagerado”. Sin embargo, el NO-DO, el noticiero propagandístico del régimen, se lanzaba con todo a que había sospechas de una “posible existencia de un yacimiento importante”. Lo escuchamos. Miguel Moreno recuerda, en palabras a El Independiente, que aunque al principio había cierta sensación de júbilo, la gente del pueblo no se volvió loca y siguió cultivando sus patatas y su trigo. La realidad es que el hallazgo tuvo más impacto fuera de la comarca que entre los propios vecinos del municipio. Enseguida, la zona se empezó a llenar de periodistas, técnicos americanos, ingenieros, cargos políticos… Todos incidían en esa idea de que Burgos iba a ser un gran impulsor de la economía española. Tal fue la algarabía que Valdeajos, la localidad colindante, convocó una fiesta para la que invirtió, para la época, una gran suma de dinero. Muchos aprovecharon también para abrir bares y chiringuitos cerca de la torre de perforación que, en primera instancia, se iba a llenar de trabajadores dispuestos a consumir bebidas y bocadillos en las inmediaciones del pozo. En aquel momento, se valoró la idea incluso de construir una refinería, pero las ilusiones desaparecieron cuando se continuó con la investigación. En 1967, tres años después, comenzó la explotación industrial del petróleo en La Lora. Amospain fue la primera empresa en entrar en el negocio y estuvo durante 10 años realizando sondeos y exploraciones. El funcionamiento de...